Ninotchka, una revelación



Ninotchka es una comedia romántica del 39 dirigida por Ernst Lubitsch, un judío nacido en Alemania que emigró a EEUU a los 22 años, donde se consagró como uno de los directores más importantes del  star system  de Hollywood. Ya antes, en su Alemania natal, había tenido éxito con la creación de un cómico personaje judío que quizás, muchos años más tarde, inspiraría al propio Woody Allen a crear su peculiar alter ego cinematográfico…pero de eso ya no puedo estar segura.

El guión, escrito en parte por Billy Wilder, es perspicaz e ingenioso. La historia se articula en torno a la venta de unas joyas incautadas por el gobierno ruso a una princesa del antiguo régimen. Tres pintorescos comunistas serán quienes, por orden de su gobierno, viajen a Paris para obtener por ellas unos suculentos ingresos para su país en crisis. Pero la ex princesa, ahora residente en Paris, se entera de lo que pretenden hacer, y les presenta una denuncia por la que se les prohíbe la venta de las joyas hasta una resolución judicial que no tendrán muchas posibilidades de ganar. Es entonces cuando aparece Ninotchka, una agente especial enviada por Rusia para intentar ayudar a los tres agentes, conseguir vender las joyas y que todo termine bien para su amado país natal, un país en el que la leche es de cabra, las mujeres son soldado, las habitaciones se comparten con hasta tres personas, la comida es por racionamiento, y el gobierno puede leer tu correspondencia y censurar lo que le venga en gana.

Pero el amor…ay, ¡perversa emoción! El amor se le cruza a la estricta Ninotchka de repente en medio del camino, turbando sus ideales, sus principios, y haciendo que se estremezcan todos los pilares en los que hasta ese momento había basado su vida.

Ella, que solo hablaba de cómo el amor químico lleva al declive a la sociedad capitalista, que no entendía cómo las parisinas podían llevar puestos semejantes sombreros o vestidos para gustar más a los hombres; ella, que no se reía por los chistes, y los estropeaba preguntando detalles, de repente, lo ve todo claro, y entiende una de las verdades más puras de la vida: que solo se puede entender que existe el amor, y lo que supone, cuándo tú eres el afortunado, y lo vives en primera persona, y no sabes ni cómo expresarlo.

Ella sufre una transformación emocional, y creo que todo empieza en la secuencia del restaurante, que me ha parecido increíble por la lógica con la que lo cuenta Lubitsch. Os pongo en escena: después de un primer acercamiento, él intenta volver a hablar con ella, y viendo sus continuas negativas, decide seguirla a un bar de gente obrera (lo mejor para sentirse como en casa!) al que ella va a comer. Él se sienta a su lado, pero ella sigue sin darle pie, y es cuando él decide contarle un chiste para hacerla reír. Pero ella no se ríe. Y de hecho, le interrumpe, pidiendo burdos e imprescindibles detalles. Él empieza con otro, éste de unos irlandeses. Y ella vuelve a hacerlo, le pide más explicaciones. Cuando empieza con el último, que por fin puede acabar de contar, ella es la única del bar que no se ríe. Y justo aquí termina el plano fijo más largo de toda la película, de casi 2 minutos, en el que la inmovilidad de la cámara se justifica por la rigidez emocional de ella. Pero entonces, ya en otro plano, él se levanta, ya abatido, decidido a marcharse, consciente de que no hay nada más que pueda hacer para conseguirla de nuevo, pero tropieza, se cae, y ella estalla en carcajadas, a la vez que todos los otros comensales.



Me impresionó mucho de la película la sátira constante al comunismo, las formas en que toma sentido a lo largo del metraje y el hecho de que fuesen capaces de hacerlo sin ser censurados. Es increíble que Lubistch y su equipo pudiesen meter tanta crítica sin tapujos disfrazada de simples gestos y comentarios de los personajes en esa época, pues la 2ª Guerra Mundial estaba a punto de empezar (si es que no lo había hecho ya), y en menos de veinte años la caza de brujas de McCarthy se convertiría en una pesadilla para todo aquel del que se sospechase que podía ser comunista. Y claro, no era un tema que se pudiese incluir a la ligera en una película sin parecer culpable… 

Los estereotipos son los estereotipos, eso está claro, y a pesar de la escena desoladora que presenta la película acerca de la calidad de vida de los seguidores de Stalin, en comparación con la modernidad parisina, la verdad es que es estupenda para pasar un buen rato, con grandes dosis de sarcasmo, que quizás a muchos les parezcan excesivas, pero a mi me convencen, como la maravillosa escena inicial, que os dejo a continuación. Y Greta Garbo, ¡qué fascinante! Está estupenda, con sus cejas finas y su porte elegante, desbordando tanta pasión y sentimiento que te deja con la sensación de saber exactamente por lo qué ha tenido que pasar...






1 comentario:

  1. La gatita Marilus dice que te echa de menos...por ahí arriba en tu litera visionando cine como una posesa a la menor ocasión miau miau, se nota lo que has aprendido¡¡

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