La vida de Adèle y el azul cálido

Adèle Exarchopoulos

Ver el último film de Abdellatif Kechiche, "La Vida de Adèle", es embarcarse en un viaje titánico. Es una película de tres horas, algo insólito en el cine de hoy en día, ganadora triunfal en Cannes, Palma de Oro para director y actrices, una excepción que uno sólo entiende tras ver a Adèle Exarchopoulos y Léa Seydoux en pantalla. La primera interpreta a la Adèle del título, una adolescente que, como muchos otros, está un poco perdida, un poco triste. Léa Seydoux es Emma, estudiante de Bellas Artes, mayor que Adèle, de familia bien. Emma encuentra a Adèle, y ésta se encuentra a sí misma, al menos durante la primera parte de la película, gracias a ella, hasta que se vuelve a perder. Aunque el argumento se basa libremente en un cómic, la principal diferencia con la película es que aquí Emma, ese azul cálido hipnotizante es sólo - aunque no poco - un motivo para Adèle, pero ambas no son fuerzas equiparables.

Con tan solo dieciocho años, Exarchopoulos asume el papel protagonista con brillantez. Quizá sea precisamente por eso por lo que Abdellatif prefiriese desequilibrar la balanza entre las dos en favor a una película más centrada en Adèle, hasta el punto de cambiar el nombre del personaje y el título de la película por ella. Y se nota esa pasión del director por su actriz protagonista en cada plano, aunque Léa Seydoux está lejos de ser anecdótica. Cada mirada que dedica está cargada de tensión, de electricidad. No se podría entender la historia de una sin la otra. 

Emma, el azul cálido

Lo que hace Kechiche en "La vida de Adèle" a nivel formal es pintar un cuadro puntillista. El peso del film reside en los sentimientos que transmiten ambas actrices y esos sentimientos no se muestran tanto como se demanda al espectador que los busque: en el rostro de Adèle, en la mirada de Emma, en gestos, sonrisas y caras largas. La cinematografía se estructura en torno al primer plano y el plano detalle, y de esta forma nos acercamos más de lo que estamos acostumbrados a la humanidad de los personajes. Escenas que a priori no tienen peso, como en las que se ve a los personajes comiendo, van cobrando sentido a medida que transcurre la historia y siguen cobrando sentido una vez terminada la película hasta dibujar un gran cuadro en la mente de cada espectador. Es una película de amor, de deseo, de ansia, de dependencia, de obsesión incluso, en el que el sexo de las protagonistas es una anécdota pese a que las escenas sexuales sean de lo más comentado. Estamos acostumbrados a ver violencia en el cine pero una escena sexual aún nos incomoda, y las líneas del decoro y de la prudencia no significan nada para Kechiche, que exige a sus actrices demasiado y ellas lo dan todo. Aunque sea cierto que el sexo en "La vida de Adèle" es largo, explícito y crudo, se antoja anecdótico después de tres horas de crudeza sentimental. Lo verdaderamente duro aquí es la pasión, el amor y el dolor vistos desde tan cerca, sin artificios.

Aunque como con todo, existen matices, "La vida de Adèle" al final trasciende sobre todos ellos. Es un film que toca, que afecta. Transmite lo que quiere y deja el resto para la interpretación personal. Es lenta, que no pesada; es vibrante y universal. Así de simple y así de grande.




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