El juego de Ender. ¿El menor de los males?






Cuando Hollywood espera más de 30 años para adaptar una novela e invierte más de cien millones de dólares, una espera resultados. Si la novela es una de las más queridas de su género, tiene un Premio Hugo y otro Nébula, una espera buenos resultados. 

Probablemente, si el amor por la novela no cegara al espectador, éste podría haber olido la chamusquina cuando el nombre de Wolfgang Petersen (Das Boot, La historia interminable) fue sustituido por el de Gavin Hood (X-Men Orígenes: Lobezno). El guión también es suyo. Si el espectador no hizo caso al tufillo y acudió a la sala de cine, por lo menos pudo ver un esqueleto de la obra de Orson Scott Card, un hombre que ya en su día advirtió de que la adaptación sería imposible. Alguien tendría que haberlo escuchado. 

En la película (como en la novela; esto sí lo respetaron), la humanidad vive bajo la amenaza de una raza extraterrestre, los insectores, que ya en su día asediaron la Tierra y aniquilaron a millones de personas. La invasión fue impedida por un héroe, Mazer Rackham, pero como ganar una batalla no es ganar la guerra, la única forma de asegurar la supervivencia de los humanos es acabar con los insectores de una vez por todas. 

Para ello, las autoridades monitorizan a los niños más inteligentes del planeta: unos chiquillos ya adiestrados en las artes de la guerra, la violencia y la estrategia militar. Ender Wiggin es uno de ellos. Menos compasivo que su hermana Valentine pero también menos violento que su hermano Peter, aunque igual de brillante, Ender es el elegido: en sus manos de niño de seis años (un enclenque Asa Buttlerfield de 16 en la película) está el futuro de la raza humana. De él depende convertirse en el mejor estratega, en un genio militar, un genocida que aniquile a los insectores. Así, Ender es reclutado por la Flota Internacional para estudiar en la Escuela de Batalla, el lugar en el que la Tierra pone todo su esfuerzo y dinero para formar al próximo Mazer Rakham. 


Que visualmente es espectacular no lo critico



Y basándose en esta estructura, Gavin Hood creó un espectáculo visual, una película de acción más cercana a su ya citada "Lobezno" que al debate moral planteado por Scott Card en su novela. Lejos de querer analizar el talento interpretativo de Butterfield, sí puedo decir que Ender no es, no ha sido nunca, un simple chico rarito con talento matemático. Ender es un genio, un crío con más miedo y frustración de lo que cabe en una cabecita de seis (o 16) años. Es un tercero, un chico al que el gobierno, que afronta un exceso de población,  ha permitido nacer con el único propósito de salvar a la humanidad. Definitivamente, no es el mismo Ender de la película. 

Tampoco Valentine y Peter, dos chicos que, trabajando bajo los pseudónimos de Locke y Demóstenes, trabajan con el fin de manipular la opinión pública mundial y alertar a los países no pertenecientes al Pacto de Varsovia de los planes expansionistas de los rusos, son los mismos Valentine y Peter de la película. 
Tampoco Graff, el cínico director de la Escuela de Batalla (interpretado por la versión más cansada de Harrison Ford) es igual de brutal; ni los compañeros de Ender tan psicópatas; ni el juego de fantasía de Ender y su entrenamiento psicológico tan feroces. 


Ben Kingsley, Harrison Ford y Asa Butterfield


Todo apunta a que fue una adaptación concebida para niños de una novela concebida para adultos. Ni todos los primeros planos intensos y todas las bellas coreografías de la Sala de Batalla pueden ocultar el hecho de que "El juego de Ender" es, de hecho, un juego de niños y no el trabajo complejo de ciencia ficción que escribió Orson Scott Card. Sin haber leído la novela, la película es para el espectador una secuencia deslavazada, un conjunto de actuaciones erráticas por parte de "los mayores" y un abrir y cerrar de ojos: en menos de dos horas de película Ender ha pasado por todo y no ha aprendido nada. Al final aparece Ben Kingsley y esperas que salve la descarriada nave (y que te lo explique todo), pero el tiempo apremia y la película se acaba sin que pueda decir más de cuatro palabras. 

Y si la intención ya es echar pestes, no perdono que en el último cuarto de la película Gavin Hood ponga todo su esfuerzo en destripar el increíble final de la novela. Es simple hasta en eso. Pero no le echemos la culpa al pobre escritor por haber firmado el guión... Como él mismo dijo: "Esto es imposible de filmar porque todo ocurre en la cabeza de Ender". Aunque también añadió que "[la película] es lo mejor que podrían haber hecho con esta historia". El menor de los males.


Por Amartrey

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