Álex de la Iglesia, a metros de distancia



                                     Al director de cine también le gusta Breaking Bad! Y sino mirad los pollos hermanos de su camiseta...

Álex de la Iglesia es un cachondo. Mental, claro, que suele ser en lo que al final más te fijas. Y si lo afirmo así no fue solo por la frase que soltó en mitad de la masterclass que impartió recientemente en el Instituto del Cine de Madrid, “Si estoy aquí no es para enseñar mi película, es para masturbarme con ella!”, sino también por la forma en que  expresó su cine, su trabajo, sus dificultades, sus referencias y el duro pero entusiasmante camino que supone rodar una película.

Rodeado de seis de los actores de reparto de su última película, “Las brujas de Zugarramurdi”, el reconocido director de cine español contó su experiencia tras las cámaras, con un tono mordaz, pero claro y sencillo, conversando con sus actores, respondiendo a las preguntas de los asistentes, y mostrándose mucho más abierto y natural de lo que, personalmente, había imaginado. El encuentro duró dos horas, y fue in crescendo, como si el grado de confianza, el feedback con el público, se hiciese más intenso conforme pasaban los minutos, como si se tratase de una de sus películas. Me llamó especialmente la atención un verbo que empleó, casi al principio, con el que buscaba referir la minuciosidad que todo realizador debería tener para hacer de su cine un arte, me gustó porque es tremendamente descriptivo; cercena las escenas, dijo, tened especial cuidado con los pequeños detalles, que a veces pueden llegar a estropearte un momento, a disuadir la atención del espectador y desviarla adónde no debería. Y realmente, cercenar la propia (ir)realidad ficticia que estás creando me pareció, cuando a posteriori pensé en la charla,  que es la clave, para que la obra sea verosímil, para que las ideas que contiene fluyan y lleguen íntegras al receptor, para que tenga una emoción, y también una conmoción, que motive y que sacuda de lleno. Y entonces, lo que has creado habrá conseguido su función.

Así, explicó en relación a esto, que, si bien el montaje es esencial para un director de cine cuando cuenta historias, con actores noveles se intensifica su utilidad, pues permite sacar el mejor partido a su trabajo. Pero en ningún caso tiene que usarse como un convencionalismo más, pues  entonces haría que se perdiese la originalidad de la película. Vinculado a esto, también habló de la improvisación, que hasta cierto punto, se tendría que consentir, pues una película es sinergia pura, y el punto de vista de los actores y la posible construcción, o interpretación paralela que hagan de un personaje, o de una situación, puede servir de mucho para darle un aporte de realidad y diversificación. Pero como todo, hay que encontrar el punto medio, pues a nadie le gusta que le digan cómo hacer bien su trabajo; sin embargo, el aporte de una cierta  capacidad de improvisación por parte del intérprete siempre va a darle a la obra una frescura, una chispilla característica, según palabras del propio Álex, ya que, como contó, por ejemplo en la obra del  gran Wilder este concepto se difumina un poco, ya que el director expresaba de forma muy concreta cómo tenían que hacer sus papeles los actores, algo que sin duda ha dado lugar a películas tan tremendas como Un, dos, tres! pero que están tan perfectamente hechas que te hacen darle vueltas a la idea del cine como realidad ficcionada sin ningún tapujo, todo por la verosimilitud. Y el cine también es naturalidad, no?

Habló de Las brujas de Zugarramurdi, de las ganas que tenía de hacer una película basada en el folclore, pues tiende siempre a ridiculizar lo que en un momento anterior fue sagrado, de los elementos mágicos de ésta, de rituales iniciáticos (se notaba que le apasionaba el tema!), de oráculos y sibilas, y del contraste, del bien y el mal que interaccionan en su obra, y de cómo el ser humano funciona así, valorizando siempre, emitiendo constantemente juicios, insanos y falsos la mayoría de veces, pero que le sirven para establecer criterios que , lamentablemente, dependen  muchas veces solo de nuestro punto de vista.

Los actores hablaron de su trayectoria vital y profesional, de lo qué les había enseñado la interpretación, y de cómo había sido trabajar con Álex. Todos coincidieron en que es un director exigente, pero abierto a debate que, según las propias palabras de Pepón Nieto -que me pareció tremendamente entrañable, humilde y sincero- , escudriña, siempre buscando lo mejor para el actor porque realmente le interesa.

De izq a der, otro actor español que desgraciadamente no consigo identificar, Enrique Villén, Jaime Ordoñez, Carolina Bang, sentada, Pepón Nieto y Secun de la Rosa.

Enrique Villén, otro habitual actor del panorama español, tomó la palabra cuando una de las asistentes al encuentro preguntó sin tapujos cómo había resultado la experiencia de trabajar con Mario Casas. El actor explicó que veía en Casas un tremendo potencial, y me sorprendió por lo inesperado del momento, que le admirasen sin miramientos, refiriéndose a su propia relación al actuar con él, al igual que el resto de los actores presentes en el acto, que también había estado encantados. Incluso, llegó a hablar de él como “el Bardem del futuro”. Y en este punto, Álex no pudo sino hablar de la seducción implícita que tiene, pero no solo como cara bonita, ya que Mario sabe exactamente dónde colocarse, dónde está la luz; sabe ver, sabe girarse, sabe muy bien dónde está la cámara (…) y al final, es fundamental, pues la seducción es un 50% del curro. Declaro exaltado su amor por Tony Curtis, por Cary Grant, al que es imposible no amar, pues le mola a todo el mundo, hasta a los castores (...) porque son galanes, de los que seducen de verdad, y de los que hace mucho que no tenemos uno en el cine . Y es que hay gente que tiene magia, confesó abiertamente, pero es que si además tiene capacidad constructiva (…) y la cabeza bien amueblada, (…) entonces está hecho.

Su conferencia fue muy amena, pero de gran interés y profundidad para todos los que, en algún momento, han anhelado estar del mismo lado de las cámaras que él. Por eso, fue especialmente conmovedor, y enormemente aplaudido, también he de decirlo, lo que, con la ilusión de un niño en un parque de atracciones, dijo Jaime Ordóñez, el actor que rápidamente identifiqué con el personaje que, en Aquí no hay quién viva, hacia de persistente vendedor con la capacidad de decir muchas cosas muy rápido;Resiste, resiste, resiste, porque el que resiste gana. Y no lo soltó sin más, como intentando quedar bien, pues confesó que había sido lo que su profesora de interpretación le había dicho cuando llegó a Madrid, y en lo que seguía creyendo por encima de todo. Y tenía razón, pues el cine, como finalmente concluyó Álex, no deja de ser un viaje interior, que, curiosamente, se refleja en el exterior (...) valora tu trabajo, esa creencia en ti mismo es la fuerza que te tendría que impulsar a seguir. Así que no nos queda más que aplicarnos el cuento, e intentar superar los obstáculos que aparezcan, como en su cine, en que, al fin y al cabo, los personajes siempre tienen que ir hacia delante y sobreponerse a las situaciones. Es bonito, pero también cierto.


El único momento en que pudimos acercarnos, al final del encuentro.

Por Laura Abellán



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