'On The Road': Un coche rápido, una larga carretera y una mujer al final del camino


Kerouac (Sam Riley) escribiendo la obra que Salles no supo adaptar.

Francis Ford Coppola compró los derechos de “On the Road” en 1979, pero tuvimos que esperar hasta este año para ver como la novela de Kerouac daba el salto a la gran pantalla. El director Walter Salles (Diarios de motocicleta), que en un primer momento trabajaba en un documental sobre el escritor, transformó su proyecto en una adaptación que tardó ocho años en salir adelante pero que al final se presentó en Cannes la primavera pasada. Para los que no conozcan la icónica obra de Kerouac, esta es básicamente un estudio en cinco capítulos de toda una generación: la de la Benzedrina, la posguerra, la liberación sexual… La generación Beat a la que pertenecieron esos grandes escritores -Burroughs, Ginsberg-, sedientos de libertad y con los bolsillos del revés.

 Comprenderán, tanto los que hayan leído a Kerouac como los que no, la responsabilidad que tiene el que ha de retratar a toda una generación y la desconfianza que me embargó en un primer momento: ¿cómo es posible no banalizar las experiencias de los protagonistas?, ¿quién puede convertir a una panda de jóvenes actores de cine comercial en el grupo que sirvió como catalizador para los movimientos libertarios de las décadas siguientes? Pues Salles no, desde luego.


Garret Hedlund (derecha) interpreta a Moriarty, álter ego de Cassady.

Desde el principio, "On the road" es frenética: un viaje por la Norteamérica de los 40, una búsqueda constante, un encuentro, varios amores imposibles y mucha poesía. Pero, por supuesto, hablo de la novela. La cinta de Salles se queda con todo el alboroto, con las pasiones más superficiales y con las eróticas aventuras de una Mary Lou (interpretada por Kristen Stewart) que si en el libro era algo interesante en la cinta pierde todo el atractivo. Por suerte,  nos deja también algo bueno: a Carlo Marx (álter ego de Ginsberg), interpretado por Tom Sturridge y retratado con maestría; y a Moriarty (o Cassady), gran amigo de Kerouac, gran vividor y gran canalla, interpretado por Garret Hedlund. Pero en el camino se queda el protagonista, Sam Riley, que parece haberse dado cuenta de lo grande que le viene el papel y al que como solución arrastran a un tímido segundo plano desde el que narrar sus experiencias vitales. Y son precisamente estas el otro personaje olvidado por Salles: la amistad entre Kerouac y Cassady, tan profunda, tan incomprendida, es sustituida por un ir y venir de hombres y mujeres extravagantes que desaparecen con la misma facilidad con la que impusieron su presencia.

Kristen Stewart interpreta a Mary Lou, mujer de todos y chica de nadie.

¿Si me quedo con algo? Pues con la fotografía de Eric Gautier, que ya me ganó en su momento con "Hacia rutas salvajes" y que decidió colaborar de nuevo con Salles - trabajaron juntos en "Diarios de motocicleta" - para llenar de localizaciones inolvidables y carreteras infinitas un viaje al mundo de los fallos en taquilla. Y, por qué no, también me quedo con el jazz, que se convierte a menudo en el protagonista de un film demasiado centrado en lo estético y que ahonda poco en las excelentes reflexiones de Kerouac, en el dolor de Ginsberg, en la miseria de Cassady... En fin, que mucho ruido y poco beat.




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