Polonia protagoniza el éxito en los European Film Awards 2014


El pasado 13 de diciembre se celebró en Riga, capital europea de la cultura 2014, la 27ª edición de los EFA. El drama independiente polaco Ida (2013) fue el ganador con 5 premios de diferencia:

Mejor Película Europea

Anna o Ida (Agata Trzebuchowska) cuenta el peregrinaje de una joven novicia católica y polaca en los años 60, que tras descubrir su ascendencia judía al conocer a su tía Wanda (Agata Kulesza), inicia una búsqueda de los restos mortales desaparecidos de sus padres.

La historia transcurre en la Polonia comunista y sus amargos recuerdos tras la ocupación nazi que llevó a la desgracia a su población judía. La joven Ida es instada por la madre superiora a conocer sus raíces antes de hacer sus votos para convertirse en monja.

Esta coproducción polaco – danesa trata el tema de un drama nacional e histórico a través de la historia personal de una religiosa. Es un tema escabroso y quizás poco conocido para los europeos más occidentales, narrado con una sensibilidad que resulta fría y sobrecogedora.

Mejor Director Europeo

No es la primera película sobre una tragedia de Europa oriental que dirige Paweł Pawlikowski. En Last Resort (2000) el drama es encarnado por otra joven madre rusa que ve sus esperanzas destruidas al emigrar al Reino Unido donde en lugar de ser recogida por su novio inglés se ve condenada al ostracismo en el limbo de los refugiados. 

En Ida son también las mujeres quienes sufren: tanto la sobrina como su tía. Todas ellas tienen en común ser víctimas de la inestabilidad sociopolítica de sus lugares de origen.
No obstante Ida ha conseguido un éxito diametralmente superior al resto de la filmografía de este director, consagrándolo en varios festivales a ambos lados del atlántico desde su estreno en 2013.


Mejor Guionista Europeo

El largometraje dura 80 minutos, una duración poco habitual entre la cantidad de films de 2 a 3 horas que nos encontramos en la actualidad. Un tiempo que en otro tipo de historia podría quedarse corto es de agradecer en el caso de Ida pues el ritmo es lento pero imperturbable. Ciertamente es una película intimista, con pocos sobresaltos, salvo la intrincada verdad que rodea el nefasto pasado de los padres de la joven. Anna y su tía se convierten en detectives obcecados en descubrir el paradero de sus familiares. Ambas se embarcan en un viaje hacia la dolorosa realidad que puede determinar la decisión de la joven con respecto a sus votos.

Las dos mujeres son el día y la noche: la joven es introvertida, pura y resignada; mientras que su tía es impulsiva, alcohólica y promiscua. Ida no parece comulgar con la visión sobre la vida de su tía, sin embargo finalmente sigue su consejo de probar en primer lugar lo que va a renunciar después (sino ¿dónde está el sacrificio?).


Ni la verdad sobre el brutal asesinato de sus padres, ni el suicidio repentino de su tía, ni siquiera el amor de un joven saxofonista de jazz desvían un ápice a Ida de su proyectado futuro. Pero ¿realmente puede sorprendernos? El mundo religioso es todo lo que ha conocido y lo más importante, está aislado del cruel e incierto exterior.

Ese <<¿y después qué?>> de Ida a su joven músico evidencia en voz alta la decisión de ella. Esa es la última conversación que precede a su vuelta al convento.

Sentimos lástima como espectadores y personas al ver renunciar a una vida de libertad a una bella joven como Ida pero en el fondo sabemos que es el único camino coherente dada su experiencia vital.


Mejor Fotografía Europea

Independientemente de que nos guste la historia o no, la cinematografía de Ida es una delicia. El blanco y negro acentúa los detalles y la escala de grises refuerza el carácter frío e inerte de la vida en la Polonia de la época.

Además es invierno en toda la película y el paisaje gélido acompaña al estado de ánimo de los personajes al mismo tiempo que proyecta hermosas y graves imágenes. La ausencia de color nos somete a la depresiva monotonía de la situación.

Los encuadres llaman la atención pues recortan detalles de la escena e incluso a los personajes, ocultando visualmente al igual que lo hace la narración, dejándonos frustrados y acrecentando nuestro deseo de saber más, de ir más allá.

Muy pocos (o inexistentes) primeros planos o planos detalle. Los planos generales y planos medios minimalistas generan una sensación agorafóbica que nos remite a la expectación o quizás miedo de Ida ante el mundo salvaje y desconocido.

La ausencia de música, salvo la ocasional intradiegética junto con unos muy escasos diálogos concuerda con el ambiente pesimista y fuertemente verosímil de la historia. Quizás en este caso menos es más ya que ello nos permite introducirnos de forma más autónoma en la narración, sin la ayuda del condicionante emocional que proporciona la banda sonora.


Premio del público a la Mejor Película Europea

Por todas estas razones Ida encandiló también al público. Un premio tanto o más importante que el resto pues el principal destinatario del cine es el espectador.

Ida es una de las mejores entregas de cine europeo independiente de los últimos dos años, 80 minutos bien invertidos para cualquier cinéfilo.













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