Festen (1998) o el cumpleaños más bizarro
Celebración
es la obra primigenia el Dogma 95, dirigida por uno de los padres del
movimiento: Thomas Vinterberg. Esta pieza ya histórica del cine danés dio
inicio a la vanguardia cinematográfica que a finales de los 90 quiso romper con
el cine artificioso y comercial que, según su visión, estaba aniquilando el
alma del séptimo arte.
Festen
narra el aparentemente inofensivo encuentro familiar en un hotel con motivo de
la celebración del sexagésimo cumpleaños del patriarca (Henning Moritzen).
Lo
primero que llama nuestra atención en este film es la apariencia visual de la
imagen: planos brutos, sin ningún tipo de corrección de color, encuadres
descuidados y sobre todo un movimiento muy rudo y natural fruto del uso de las
primeras video cámaras de mano que comenzaron a democratizar y abaratar el
coste de la producción cinematográfica.
El
desfile de planos cerrados e interiores nos hace sentir la emoción voyeurística
de asistir a una feria de vanidades convertida en pesadilla que no parece tener
fin.
La
historia y los personajes son los elementos verdaderamente importantes en
Festen, todo lo demás es accesorio y desechable según los preceptos del Dogma.
Es a su vez la prueba de que una buena historia, intensa y bien interpretada es
lo único necesario para atrapar al público y elevarlo a través de una acción
que avanza y se complica por momentos.
La
gran cantidad de personajes hace de esta celebración un evento coral en el que
se airean los trapos sucios de una conservadora familia danesa de clase acomodada.
Christian
(Ulrich Thomsen), el primogénito de Helge (Henning Moritzen) es quien desata el
caos.
El
hijo mayor, que se presenta como el más desapegado y exitoso de los hermanos, guarda un secreto capaz de
sacar a relucir los instintos más básicos de los asistentes a la vez que generar
en la audiencia la duda y el horror en una vorágine de situaciones incómodas y
sorprendentes.
“La
primera en la frente” como se suele decir. Este Dogma#1 representa la
elocuencia cinematográfica más salvaje con la sola ayuda de gran equipo con un
presupuesto ajustado totalmente desprovisto de edulcorantes y aditivos.
Tenemos
por una parte un naturalismo casi soez y
vulgar por momentos, mostrando facetas deplorables del ser humano, pero a la
vez muy verosímiles e identificables. No obstante, hay lugar también para la
poesía y el surrealismo, sólo apoyado en el montaje y la sugestiva ambientación
sonora.
El
resultado es una poderosa historia que te provocará de una forma u otra y si
bien es producto de un movimiento cinematográfico desaparecido, siempre será un
buen recordatorio de lo que se puede hacer con pocos recursos y una inventiva
desbordante.
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