Review: Teen Wolf, madurez adolescente.
Lose your mind. Así rezaba el tagline elegido por MTV para promocionar la segunda parte de la tercera temporada de Teen Wolf, la serie adolescente que ha conseguido superar las dudas iniciales y llegar a ser una de las producciones televisivas con mayor número de fans y la serie de producción propia más vista del canal "musical". Y sí, nos ha hecho perder la cabeza como espectadores en la mitad de una temporada que ha conseguido que olvidemos la chapuza creada en su primera parte. Adentrémonos en el mundo de los hombres lobos adolescentes.
Redención
La serie de MTV siempre ha sido un tanto irregular, tras una primera temporada insulsa se nos presentó una segunda temporada que nos mantuvo pegados a la pantalla durante sus doce episodios. Las expectativas fueron muy altas con el inicio de la tercera temporada, el eslogan This Might Hurt y la adición de elementos de la mitología celta podían haber firmado la mejor temporada de la serie pero el resultado fue peor de lo esperado, con situaciones que no llevaban a ninguna parte, un enemigo basado en clichés y que no imponía lo suficiente. A pesar de ello, algunos detalles de brillantez (como los centrados en el personaje de Lydia interpretado por Holland Roden) se percibían en el ambiente preparando lo que iba a ser la segunda parte de la tercera temporada, o más bien, lo que debería haber sido la temporada completa.
Comenzamos con los protagonistas de la serie en sus momentos más bajos, al borde de la locura colectiva, firmando quizás una de las mejores escenas de toda la serie en el inicio de esta tanda de episodios. La locura dura poco, lo que nos hace temer que podamos perder el interés de nuevo, pero Jeff Davis, el showrunner de la serie había aprendido la lección y no nos iba a dejar que nos despegásemos de la pantalla de nuevo.
Centrada esta vez en la mitología japonesa la temporada está llena de giros inesperados que nos hacen vivir una trepidante aventura, un tira y afloja continuo entre los buenos y el malo en un enfrentamiento pensado hasta la médula y que representa una gran partida de ajedrez, o como veremos durante la temporada, de go.
Parte del interés generado en este segundo volumen de la tercera temporada no es otro que gracias al personaje de Dylan O'Brien (El corredor del laberinto, Los Becarios), que pasa a tener un papel (aún más) protagonista convirtiéndose en el malo de la función haciendo que el actor tuviera que lidiar con un papel bipolar que se nota que disfruta y borda como pocos actores jóvenes pueden hacer, comiéndose la pantalla en cada escena.
Junto a él, y conforme nos acercamos al final de la temporada, vemos que por fin la serie no tiene miedo de ser ella misma y mezclar el humor que tan bien le funcionó en la segunda temporada con la oscuridad más extrema, haciendo que todo sea posible. TODO. Y de hecho, y sin entrar en mayores spoilers, no será difícil que gracias a Crystal Reed o los gemelos Carver soltemos alguna lágrima en los dos últimos capítulos, donde Davis se corona como guionista y nos presenta dos situaciones impensables para los fans de la serie.
Tortura
Sin embargo, y como siempre pasa en cualquier serie, no es perfecta. Con la inclusión de la mitología japonesa, los guionistas aprovechan para introducir a varios personajes, destacando el interpretado por Arden Cho. Pero no consiguen ni de lejos el efecto deseado en el espectador, haciendo que a éste le resulte indiferente e incluso la llegue a odiar, pues crea más problemas de los que soluciona y no juega ningún papel importante finalmente en la trama, resultando un mero entretenimiento para explicar algunos detalles de la mitología en la que se ha centrado la tanda de episodios.
De la misma manera ocurre con la madre de éste personaje, que acaba teniendo relevancia pero que a nadie le importa. De hecho, gracias a ella, se firma con diferencia el PEOR episodio de toda la serie (el 3x21), aburrido hasta la médula, soso, insoportable, con un drama sacado de la manga que hace que el espectador esté más atento de lo que le queda al capítulo que del capítulo en sí.
Junto a ello hay que destacar que, a pesar de ser una serie fuertemente serializada (es decir, si te pierdes un episodio seguramente no te enteres de lo que pase en el siguiente), muchas escenas no quedan claras o hacen referencias a personaje que rara vez han tenido importancia más allá de ser nombrados haciendo que el espectador se pregunte quién es esa persona. En la sala de montaje lo saben y lo intentan solucionar con flashbacks, pero al ser tan breves hacen que el espectador quede igualmente confuso.
Conclusión
Junto a la leve mejora a nivel técnico (seamos sinceros, los efectos especiales siguen estando sacados de una película de los 80 y dependen más de trucos de montaje que de efectos en sí), nos encontramos ante una serie que ha sabido madurar, no sólo ella en sí misma, sino a sus personajes y sus situaciones, convirtiéndose por momentos en un thriller sobrenatural que deja ser entretenido para ser viciante. Disfrutable en todos los sentidos (incluso en el musical donde se marca un banda sonora pop y electrónica bastante impresionante, y en el visual donde destaca el capítulo centrado en una fiesta de neón), la serie deja con un magnífico sabor de boca que esperemos no nos quite de sopetón de nuevo una cuarta temporada que ya tiene como fecha de estreno el 23 de Junio de este mismo año.
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