PERSONA, cosa, alma...tanto da cuando se trata de ser


Persona es una película del 66 dirigida por el intenso Ingmar Bergman, que dijo de ella que era su favorita de entre todas las que llegó a grabar. El realizador sueco se basó en un relato del dramaturgo Steinberg  para hacer Persona, de ahí ese aspecto tan teatral que consigue, ya que la fuerza escénica principal recae sobre las interpretaciones de las dos mujeres protagonistas, que consiguen hacer avanzar la historia aunque sea solo una de ellas la que hable durante los casi noventa minutos de película.


 Persona es un film enigmático, muy crudo pero también muy humano, que por momentos adquiere valores surrealistas de gran carga emocional. A esto ayuda el denso contraste del blanco y del negro en que se sustenta toda la gama tonal, y la compleja iluminación, de pincelada  expresionista, que consigue crear una ambientación oscura, la base de la puesta en escena, que concentra una enorme cantidad de contención interpretativa; aquí, lo aséptico gana.

El film basa su estrategia narrativa en lo que ocurre cuando dos mujeres, Alma y Elisabeth -paciente y enfermera, respectivamente- se aíslan en una casa al borde del mar para intentar que Elisabeth, una reputada actriz, consiga salir de su trance, pues se ha dado cuenta -de repente, en plena representación de Electra-, de que lo que interpreta como mujer en su vida no es más que otro papel, otra máscara más de su carrera actoral. Así, Elisabeth se ha dado cuenta de que realmente es sentido lo que le falta, pues su vida carece de dirección, de significado; más allá del puro teatro al que se ha consagrado en cuerpo y alma, ella es una pieza vacía, que asimila los comportamientos de quién se le dice que sea, pero que, más allá, no es.


Una responsabilidad enorme para con el espectador la que entraña para Bergman dejar caer la importancia de la banda sonora en la voz de solo una de las mujeres,  así como en la intrigante música, pero no solo acierta, sino que consigue sobrecogerte con una intensidad escalofriante. Y es que consigue meterte de lleno en la casa en la que todo ocurre, y hacerte sentir el peso creciente, latiente, de la persona –que por cierto, es el título original del film, y que, ojo al dato, no está en plural, sino en singular, con lo que se refiere a un ÚNICO ser –que se va sintetizando conforme pasan los minutos. Porque Persona es la historia de dos mujeres que intentan ser lo que no son, que viven y mienten y ríen, y que creen ser muy diferentes la una de la otra, pero que en fondo, se complementan y se ven íntegras al verse como una única persona.



Así, la película es en último término la de las personas, la de los seres humanos, que cada día se ven presas del inconformismo diario, de una soledad aparentemente deseada, la de las preguntas sin respuesta, la de la decadencia, la de la apariencia, la mentira y la farsa  de que nos servimos cuando alma y cuerpo no están en paz; es en definitiva, la historia de siempre, la de los seres humanos, que débiles, se ocultan tras máscaras defectuosas que se caen cuando menos se lo esperan. Y cuando esto ocurre, ya no hay forma de volver atrás.






0 comentarios: