Review: Glee, desafinando hasta el final.


Las audiencias ya no acompañan a Glee, sin embargo, la ficción musical tiene asegurado un sexto año con reducción de capítulos confirmada, siendo la primera vez que la serie tendrá una temporada de unos previsibles 13 episodios. El pasado martes la serie de Ryan Murphy terminó su quinto ciclo televisivo con uno de los peores datos de la temporada y de su historia. ¿Qué ha pasado con Glee? De ser el hit de la década para Fox ha acabado arrastrándose por la parrilla del canal en busca de un hueco que le dé unos datos decentes. La respuesta es fácil: la quinta tanda de episodios de la serie no ha sabido seducir a la audiencia, y no sólo eso, sino que la ha espantado.

Mediocridad sin importancia

Estamos todos de acuerdo con que Glee lleva unas cuantas temporadas sin ser lo que debería haber sido. Sin embargo, hasta ahora era un producto entretenido, que sabía reírse de sí mismo, con puntos de brillantez y estupendas actuaciones que mezclaban hits del pop actual, grandes canciones de musicales reconocidos y hasta canciones originales. Sin embargo, todo eso ha cambiado con esta quinta temporada, que podemos dividir en dos estructuras: el instituto y Nueva York.

En ambas, los personajes empiezan a fallar. Los nuevos miembros del Glee Club ven reducido su tiempo en pantalla y sus dramas personales, ya no son los sustitutos de los antiguos miembros, ahora son simples secundarios rellena escenas que pasan a importarle cero al espectador. Junto a ellos, personajes hasta ahora imprescindibles en la serie como Will o Sue, también ven como sus tramas y diálogos se quedan en agua de borrajas.

 Y en Nueva York, la cosa no es muy distinta, no porque los personajes se diluyan, sino porque sus tramas se repiten hasta la saciedad creando dramas innecesarios que a los tres capítulos acaban de la mejor manera posible. De esta forma se pierde la credibilidad de los personajes. ¿O acaso alguien (y mucho menos Santana) perdonaría a una Rachel Berry egoísta que te impide participar en el mismo musical que ella sólo porque ella debe ser la única estrella?


En segundo lugar, por tanto, la culpa es del guión. No podemos evitar recordar capítulos como el de Blaine alucinando con marionetas al más puro estilo Los Muppets o el penúltimo de esta temporada en la que Rachel intenta crear un evento con perros para mejorar su imagen y ver la basura que los señores de Fox han puesto ante nuestros ojos. Y no son los únicos capítulos de esta temporada que han supuesto una sucesión de bostezos en el espectador.

Finalmente, el setlist de la temporada ha sido el más lowcost de su historia. Reconocemos que canciones como Wrecking Ball (Miley Cyrus), Roar (Katy Perry), Pompeii (Bastille) o Wake Me Up (Avicii) han estado entretenidas (más allá de la calidad de la versión) pero por lo general, la temporada ha estado llena de canciones que no forman parte ni del pop actual ni de la historia de la música, como hasta ahora nos tenían acostumbrados. Han optado por un estilo quizás más local, más de estadounidense cerrado, y por cantarnos Funny Girl entera. Ni los números musicales han sido capaces de salvar los muebles.


Estrellas fugaces

A pesar de que la calidad ha sido pésima, ha habido destellos de luz en esta temporada tan negra para la serie del creador de American Horror Story. En primer lugar, tres capítulos merecen mención especial: el capítulo 100 y los dos posteriores. ¿Por qué? Porque devuelven Glee a su mejor estado, vuelven a las canciones que a todos nos suenan o nos han emocionado (incluyendo por decimoquinta vez el Don't Stop Believing de Journey), vuelven los diálogos rápidos, con chispa, sarcásticos, pérfidos y entretenidos y crean dramas que, de verdad, parece que van a ocurrir y que acaban por importarnos. De hecho, la serie es valiente a la hora de marcarse una series finale perfecta a mitad de temporada con estos capítulos, y no obsequia al espectador con un final feliz, sino con uno agridulce que de verdad da sentido a lo vivido estos años.

Con el paso de la serie a contar totalmente la vida en Nueva York, vemos una leve mejoría con respecto a la primera parte de la temporada, pero aún así, el nivel vuelve a bajar estrepitosamente a pesar de unos pocos puntos de brillantez, acabando con la season finale más insulsa que ha vivido la serie en todo su recorrido televisivo.


Conclusión

Menos mal que a Glee le queda una temporada para redimirse, 13 capítulos en los que esperamos que saquen lo mejor de sí mismos y nos den un final a la altura, porque en esta quinta temporada han demostrado que son capaces de lo mejor, pero que por pereza, prisas o destino, se han marcado la peor temporada de las cinco emitidas, han tratado al espectador como idiota y en vez de darle solución para evitar la fuga de espectadores, se han regodeado en su propia basura. Una pena.




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