Review: House of Cards, la corrupción política ya tiene serie.
En
estos tiempos de crisis política esta serie viene mucho al caso. La producción
está encabezada por David Fincher y
el propio Kevin Spacey, quien es a su
vez el personaje protagonista. La emisión es exclusivamente online a través de Netflix y ya van por la 2ª temporada. Se trata de un remake de la serie
británica de 1990. Comparten nombre pero está adaptada al escenario y dinámica
de la política norteamericana.
Frank Underwood es un congresista demócrata de los EEUU que
acaba de llevarse un gran chasco al descubrir que la promesa del presidente
electo, Garret Walker (Michael Gill), de ascenderlo a
Secretario de Estado no va a cumplirse. Así
comienza este drama político con la puesta en marcha de una serie de eventos
maquiavélicamente orquestados por el tan inteligente como vengativo Frank
Underwood. Su esposa Claire Underwood
es Robin Wright, conocida por ser Jenny,
la enamorada de Forrest Gump y la
princesa Buttercup en La Princesa
Prometida.
No
obstante su papel en este ‘castillo de naipes’ dista mucho de la bondad
disfrazada de rebeldía o del candor de una princesa. Claire coprotagoniza junto
a su marido el papel de mujer de hielo, increíblemente sofisticada y estirada,
colaboradora en las intrigas de Frank y guardiana de los secretos de ambos. Tienen
una relación marital cuanto menos curiosa en la que incluso la infidelidad está
justificada en cuanto a la consecución de sus objetivos se refiere.
Otra
figura crucial en juego es la joven reportera Zoe Barnes (Kate Mara)
quien no duda en convertirse en mensajera del congressman Underwood, cuyos soplos la harán trepar en la escala
profesional de forma rápida y poco limpia.
Peter Russo (Corey Stoll) es congresista demócrata
por el distrito de Pensilvania y también una marioneta de tantas manejadas por Underwood. Es cocainómano y débil de carácter. Su rol pone cara
(o más bien mejilla) a los tejemanejes de la política de los USA.
A
lo largo de la frenética primera temporada se aprecia que es una serie
totalmente enfocada en ‘los malos’ que te dará una idea muy creíble del
funcionamiento de la Casa Blanca. Pero
lo más interesante de esta serie es la forma narrativa a través de la cuarta
pared (el público) a quien Kevin Spacey
se dirige para explicar lo que realmente está ocurriendo en cada situación. De
esta manera sentimos que somos los confesores de Underwood y los únicos
receptores de sus pensamientos reales entre tanta pantomima.
Ésta
es la clave de la historia: la sensación de entrar en la cabeza de un político
corrupto cumpliendo así el ‘sueño’ de poder entender las motivaciones y el
razonamiento que mueve a una persona como él. Frank
es carismático y manipulador elevado a la enésima potencia. Es otro de esos
personajes, tan de moda en la ficción actual, que resulta atrayente a pesar de
todo.
Claramente
el objetivo de la serie es criticar el estado de la política en EEUU. Quizás el
hecho de que no se emita en televisión nos dé una pista pero lo que deja muy
claras sus intenciones es su mismo logotipo, en el que aparece la bandera de
barras y estrellas invertida: símbolo de protesta política.
Es una serie muy entretenida a la par que descorazonadora por
la verosimilitud de las situaciones en que se ven envueltos los personajes. Muy
recomendable si te gusta la intriga palaciega y si te interesa la política, un
tema que está inevitablemente en boga en estos días. Sobre
todo en nuestro país en el que el bipartidismo cada día se parece más al
estadounidense. Pueden establecerse algunos paralelismos como lo difícil que se
hace distinguir entre la actuación efectiva de dos partidos supuestamente
enfrentados.
Dejo aquí el tráiler de la serie a ver si
os pica el gusanillo. La tensión y emoción están garantizadas en
House of Cards.
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